Siempre que dos individuos interactúan, tarde o temprano, habrá algún tipo de conflicto. Pero en las relaciones, y especialmente en las familias, esto no es necesariamente malo.
El precio que pagamos por ser nuestro propio y único yo independiente es que a veces… no encaja del todo con el yo único e independiente de otra persona. En lugar de temer y evitar los conflictos en casa, intenta ver lo que pueden enseñarte sobre ti mismo y tus seres queridos. Las familias que aprenden a trabajar y negociar sus conflictos con éxito son más fuertes a largo plazo.
¿Qué es el conflicto?
Los conflictos surgen de nuestros propios deseos, necesidades y miedos. Cuanto más fuerte sea nuestra necesidad de algo, mayor será el conflicto cuando nos encontremos con una situación en la que sintamos que esas necesidades están amenazadas.
La clave para suavizar los conflictos en la familia es comprender realmente lo que el conflicto significa para cada miembro. Si te encuentras con la misma discusión una y otra vez, quizá sea el momento de examinar la dinámica de tu familia un poco más de cerca. Con las siguientes estrategias, puedes trabajar para fortalecer los lazos que unen a tu familia.
Estrategias rápidas de resolución de conflictos para tu familia
Una de las estrategias más fundamentales para afrontar los conflictos es la comunicación. Sí, ya lo has oído una docena de veces. Sin embargo, mucha gente asume que la comunicación consiste simplemente en hacerse entender mejor, o en hablar más. No es así. En situaciones de conflicto, tómese el tiempo necesario para comprender realmente qué necesidades tienen los miembros de su familia que no están siendo satisfechas, y llegará instantáneamente a la causa raíz del conflicto.
Cuando las personas creen que lo que necesitan está amenazado, es comprensible que reaccionen con miedo y hostilidad. Date cuenta de que la gente rara vez está directamente en contra de los demás, sino que es mucho más frecuente que actúe contra una amenaza percibida. En otras palabras, no te lo tomes como algo personal.
Haz que tu objetivo principal sea entender a los demás en lugar de demostrar quién tiene razón. Esto es más difícil de lo que parece. Haz preguntas y escucha realmente las respuestas, no para poder discutir después, sino para poder abrir un diálogo.
Cuando el objetivo principal es preservar la armonía de la relación, todos los implicados en el conflicto pueden centrarse en la forma en que realmente están de acuerdo, en lugar de en las formas en que están en desacuerdo.
Reconoce cuándo la comunicación no es posible y ten la fuerza para dejarlo pasar. Un tiempo muerto bien pensado permite a todos despejar la mente y reduce la posibilidad de que se diga algo lamentable.
Comprender que algunas personas están en diferentes «canales» en un conflicto. Respete que algunos miembros de la familia se cierran verbalmente y no responden a un interrogatorio constante. Del mismo modo, otros sólo necesitan que se les abrace físicamente y se les consuele. Presta atención al lenguaje corporal y siente empatía por el otro.
En lugar de enfrascarse en los detalles y en las discusiones de él-dijo-ella-dijo, céntrate en el contenido emocional más profundo de lo que la gente está comunicando. Si alguien te acusa de haber hecho algo que hirió sus sentimientos, céntrate en esa emoción en lugar de debatir si lo hiciste o no.
Aclara siempre cómo ha percibido el conflicto cada una de las partes: te sorprendería saber cuántos desacuerdos graves surgen de un simple malentendido.
En última instancia, incluso con una buena comunicación y una familia que se preocupa por los intereses de los demás, los conflictos son inevitables. La última estrategia de conflicto es la más importante de todas: saber cuándo hay que alejarse.
Si todo lo demás falla, «elige tus batallas» y sé honesto sobre una dinámica en la que tendrás que acordar no estar de acuerdo. Con el tiempo, una familia que es consciente de sí misma y respeta la posición del otro puede librarse de los conflictos constantes, aunque no siempre estén de acuerdo en los detalles.